miércoles, 12 de enero de 2011

El nuevo escenario de las Políticas Sociales en Argentina

Muchos expertos hablan de pobreza y lo hacen como aquel sacerdote y escriba en la parábola del buen samaritano, como un fenómeno externo y en tercera persona. Los que tenemos la responsabilidad de conducir las políticas sociales debemos ser capaces de aprender y asumir la experiencia vital y cotidiana de los que menos tienen para que concretamente, seamos capaces de hacer.



EL CONTEXTO LATINOAMERICANO
Los procesos de Reforma del Estado y las privatizaciones de servicios y empresas públicas iniciadas en la Argentina en los años '90, reformularon profundamente las relaciones y funciones entre el Estado y la sociedad civil. El retiro del Estado a su mínima expresión fue el reflejo del modelo neoliberal instalado, en el que la sociedad civil sufrió un efecto de desmembramiento y de individualismo expresado en un "sálvese quien pueda" que quebró tanto los lazos como los espacios de contención y organización.
Sociedad civil entendida como organización social del pueblo orientada a la emergencia de un nuevo poder social para lograr el cambio de la actual estructura de poder en la relación de fuerzas de los actores protagónicos de la sociedad organizada.
Sociedad civil en la construcción de una democracia participativa para alcanzar un nuevo desarrollo, evitando la concentración del poder en las cúpulas partidarias generalmente al servicio de las élites económicas y socio-culturales, que son las que clausuran la participación popular.
La sociedad organizada debe ser la base material y espiritual de la sociedad, en la que el hombre se socializa y articula las primeras formas de interacción y en donde se organizan y actúan la familia, el barrio, el municipio, la escuela, el sindicato, la empresa, la cooperativa y todos los movimientos sociales y también los partidos políticos.
En ese contexto se cedió lugar al fundamentalismo del mercado, un punto neurálgico del modelo desde donde la política social y económica era pensada y conducida. Frente al predominio de fuerzas puramente financieras y el desplazamiento de las políticas sociales estatales, la sociedad civil vio erosionadas sus bases de contención y en muchas de sus formas organizativas fue avasallada. El efecto de todo este proceso es el que hoy vivimos casi todos los países de Latinoamérica y se derrama en situaciones de pobreza y exclusión .
El 60 por ciento de la población activa latinoamericana no está protegida socialmente y nada indica que esta injusta situación se pueda revertir significativamente a corto plazo. El gran desafío es cómo incluirlos cambiando en el corto y mediano plazo la solución de la crisis. En ningún país latinoamericano el desarrollo tuvo como correlato el crecimiento, de lo que se deriva la exigencia de un nuevo desarrollo en el que se revalorice la centralidad del trabajo como una cuestión clave y causa primaria de una nueva dimensión social.
La sociedad civil en su conjunto perdió toda referencia con otras formas de organización que excedieran el marco del mercado y es así como proliferaron en la región los programas sociales enlatados con una lógica compensatoria"(1). Copiar estos programas fue asumir respuestas iguales para realidades diferentes, pero además esas copias fueron los indicadores tangibles de que cómo país, no estábamos en el sendero de un proyecto nacional y sí en el de otros.
Estos programas fueron cómplices del modelo y resultaron como incompetentes para sentar las bases que permitieran progresivamente dar respuestas a un desarrollo a escala humana. En la Argentina, la política social se referenciaba en más de setenta programas que representaban la oferta social, sin contar con un hilo conductor que los caracterizara en la aplicación de la política. Comprendían acciones superpuestas, descuidando la integralidad del trabajo hacia sus verdaderos destinatarios: el hombre y su familia. Entonces aparecieron las distorsiones en algunas organizaciones, nacidas al calor de los políticos del Gobierno de turno, a quienes a las que se derivaban fondos públicos de manera discrecional.
El Estado fue convencido por ese interesado fundamentalismo, que era un "gran inútil" y renunció a su ejercicio, por lo que hubo que dar respuesta a la crisis, creando en 2002, un programa focalizado en la desocupación, que se denominó "Jefes y Jefas de Hogar ". Justo es decir que más allá de las debilidades que existieron en su aplicación, dio una respuesta concreta al momento de la emergencia. Porque entendemos que los planes sociales deben ser medidas temporales y excepcionales "ya que la principal forma de afiliación a la sociedad, opera a través del trabajo y es éste la vía principal para obtener una identidad y un reconocimiento social, superando la exclusión" (2)No pueden ser proyectados como permanentes y si lo hiciéramos sería mucho más que asistencialismo, porque estaríamos decidiendo de antemano el fracaso del Estado de cara a la cuestión social, tema central que constituye uno de los impactos mayores del mundo moderno. Pero además, permitiríamos el reciclado del clientelismo como cultura que degrada a la política hasta límites insospechados.
Hoy, el Estado está recuperando su fortaleza para producir los cambios y para interpretar y abordar la compleja realidad social y debe orientarse centralmente a crecer y reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la Argentina. Educación y salud, políticas de primera calidad, protección y promoción social de los que más necesitan, deben ponerse al servicio del objetivo de expatriar el escarnio de la pobreza " (3)
(1) Alicia Kirchner. De la exposición del CLAD. Panamá noviembre 2.003.
(2) José Luis Di Lorenzo . Director Revista Electrónica "LOSOCIAL.com".
(3) Néstor Carlos Kirchner. Presidente de la Nación 1/3/2004


Por Alicia Kirchner

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